El significado del silencio

Existen quizá tantos silencios como palabras.
El silencio siempre dice algo, y en muchas ocasiones dice más que las palabras: dice de quien calla y de lo que está ocurriendo. Hay dos contextos en los que para mí el silencio es particularmente elocuente: en la comunión de lo más alto del amor, y en la solidaridad ante la muerte.  Todas las frases hechas con las que se busca consolar a alguien son soeces: esos manoseados pésames en que con cara compungida uno dice "lo siento mucho" suenan huecos, falsos; son un ruidoso acto de presencia con el que torpemente uno quiere dejar constancia de haber estado ahí, que es la falta que experimenta ese alguien, no hay modo de llenarlo y mucho menos con convencionalismos verbales. Un abrazo, un apretón de manos en silencio son un acompañar más íntimo y más reconfortante.

Y de igual modo, hay momentos en el amor, en la comunicación con el cuerpo del otro, en los que hablar rompe el encanto, interpone una distancia, distrae; y otros, en que con un silencio se puede decir "te amo" de una manera precisa. El habla siempre supone que hay dos: dos aislados que se vinculan gracias a las palabras; en el silencio amoroso, en cambio, hay uno solamente, un amasijo en el que el otro deja de ser otro y forma parte de uno, y en el que uno, formado por el otro, ya no se sabe solo.

En el amor y ante la muerte, qué enorme cantidad de cosas dice el silencio. Existen quizá tantos silencios como palabras: hay un silencio cuyo significado evidente es "cobardía", otro que significa "complicidad", otro "fastidio"; uno equivale a "sí", otro a "no", hay pues innumerables silencios. Tal vez, usándolos en el momento oportuno, uno podría decir cualquier cosa en silencio.

Y hay ocasiones en que simplemente ya no hay más que decir, en las que todos los ángulos de un conflicto han sido dichos, e insistir con palabras solo hace más fastidiosa la comunicación. En esos casos, el silencio también alcanza, como en el amor y ante la muerte, un poder significativo extraordinario. Es una forma de decir calladamente "ya no hay más ", "ya no puedo más ". Esos silencios hablan de la derrota, de la completa imposibilidad, del doloroso fracaso del habla. Y, a veces, cuando hay suerte, esos silencios consiguen unir las orillas y misteriosamente logran lo que no pudieron todos los discursos, lo que las palabras habrían seguido separando.

Es probable que esta eficacia del silencio se deba no sólo a que despertamos de lo altanero que tienen las palabras, sino a que intuimos, con la conciencia abierta a toda vela, lo que a mi parecer es el único hecho contundente: que pasaremos callados el resto de la eternidad.

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