Mi cuerpo y sus extensiones

Texto y fotografía por Fernanda Vivanco 
IG: @mother_of_a_little_monster

 Mi cuerpo ha cambiado y ha dejado de ser sólo mío.
Durante mucho tiempo he estado escuchando a varias personas hablar sobre el cuerpo: sus limitaciones, sus órganos, sus sentidos, incluso sobre el uso de éste como medio de expresión como la danza, el performance, entre muchos otros. Honestamente no entendía muy bien algunas de las temáticas, y tal vez sigo sin entenderlas aún. Sin embargo, quisiera manifestar cómo mi cuerpo ha cambiado y ha dejado de ser sólo mío.

Mi cuerpo ha pasado por una experimentación de cambios físicos, químicos y emocionales, ya no es más aquel utensilio con el que puedo caminar, comer, saltar, nadar, escribir, hablar, saborear, enojarme, llorar, susurrar, enloquecer, sentir dolor, angustia, presión, o cualquier sensación antes experimentada. No es más un objeto que responde únicamente a mis necesidades o deseos; con seguridad puedo decir que ha dejado de ser sólo mío.

Recuerdo que una amiga abordaba el tema de las prótesis en un trabajo artístico suyo y, aunque no era mi campo fuerte de conocimiento en ese momento, me parecía que su producción era interesante pues lograba captar mi atención (lo cual ya es mucho).  Si bien mi cuerpo no necesita ni tiene prótesis, sí tiene extensiones de él. Ha obtenido varias cualidades, y ahora tengo partes complementarias y externas a mí.

Hubo un acontecimiento que cambió mi vida de tal manera que no puedo dejar de pensar en ello. Sentí el dolor más grande que cualquier ser humano podría soportar, un dolor tan fuerte que me obligó a apretar con todas mis fuerzas los barandales de la camilla en la que me encontraba. Experimenté un adormecimiento desde mi cadera hasta la punta de mis pies, era como estar paralítica, sin poder sentir las piernas, sin poder levantarme de la cama, ni siquiera para ir al baño a orinar. Además del cansancio increíble por no dormir ni comer, ni beber agua. Jamás habrá otro igual. 

Horas después de estar en recuperación, regresar al cuarto y estar un rato descansando, al fin llegó el momento de que nos conociéramos: él y yo, sin prisas, ni doctores, ni enfermeras, ni cuarto de recuperación, ni anestesiólogo, ginecólogo, pediatra, camilleros, esposo, madre, abuela, tías, abuelo. Nada de eso importaba más, nada de lo que estuviera a mi alrededor. Tuve unas ganas inmensas de llorar. Tocaron la puerta, entraron las enfermeras de neonatología con una mujer policía que se encarga de la seguridad de los bebés en el hospital, yo tenía puesta una pulsera electrónica que, me explicaron, tenía que ser compatible con la del bebé, tenían el mismo código y el mismo número de serie. Me pidieron presionar el botón, una luz naranja se encendió en la parte alta de una de las paredes de la habitación, me pidieron presionarlo de nuevo, la misma luz naranja se encendió una vez más. Las enfermeras adoptaron una actitud de desconcierto, hasta que una enfermera dijo que no podían dejarme al bebé porque la luz debería ser verde y no naranja (imagínese mi preocupación, y todas las preguntas que pasaron por mi cabeza en ese momento, miles de pensamientos estallando dentro de mí, como si quisiera matar a las enfermeras por un error de ellas, pensaba: ¿A caso no será éste mi bebé?, ¿Habrán puesto la pulsera correcta?, ¿Estará averiada?, ¿Será un error de ellos?) . Se llevaron al bebé.
Sabía que la anestesia no me había causado confusión tal como para no saber que ése pequeño bebé, ése pequeño ser; era mío. Lo había sentido durante 9 meses, cómo no iba a saber que era él. Tiempo después regresaron, dijeron que era un error de la pulsera del bebé, que casi no tenía pila. Así que una vez más hicimos la prueba y afortunadamente la luz encendió verde esta vez. 
Ésa fue la primera extensión que usé, esa pulsera inservible -más que para su uso dentro del hospital- incómoda y fea, que fue parte de mí porque traía consigo aquello que jamás pensé amaría infinitamente desde el momento que lo escuché llorar, ése fue el primer juego de extensiones que tuve: unas pulseras que indicaban mis alergias médicas, mi nombre, edad, fecha de nacimiento, número de serie igual a la del “producto”.

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