El mejor engaño

No es una casualidad que la palabra persona, que significa máscara, en latín; se emplee para referirse a los seres humanos.
No había entendido por qué siendo el engaño lo más natural del mundo nos sorprende y enoja. El engaño no lo inventamos los seres humanos; está en la naturaleza desde antes de nosotros y, seguramente, estará después de nosotros.  Hay engaño en el gato que se "esponja" para aparentar un mayor tamaño ante su adversario, y está también en la mariposa que duerme tranquila con unos ojos de búho dibujados en las alas.

Hay serpientes en dos colas que fingen que se van, cuando la verdad vienen llegando, y serpientes inofensivas que adoptan los colores de la peligrosa coralillo para ahuyentar sus depredadores. Hay insectos que parecen hojas, y hasta el tigre o el leopardo se llenan de motas para confundirse entre la maleza.

Y ni el reino vegetal es confiable: ciertas orquídeas no sólo simulan ser abejorros hembra, si no que incluso despiden un perfume feromónico que exacerba a los abejorros reales haciendo que se agiten, lo que esparce en todas direcciones el polen de la flor.

Pareciera que entre los seres vivos el engaño es un factor decisivo para la supervivencia.  Que aquí quien no miente no vive. Y extremando este razonamiento podría decir que hasta el elefante no es más que un escuálido embustero, que lo único que ha hecho es llevar hasta la realidad su impostura.

¿Entonces por qué nos asombra tanto el engaño si está en todas partes? ¿No decimos sólo lo que pensamos que se debe decir, no pulimos, censuramos, ajustamos lo que decimos dependiendo a quién se lo digamos? ¿No adoptamos la cara y el tono de voz adecuado a lo que creemos leer en el contexto: cara de inocencia y voz endulzada en unos casos y mueca de maldad y palabras rudas en otros? Hemos inventado los cosméticos y los perfumes, la literatura y el cine, esas formas físicas de los sueños a los que nos entregamos extasiados. ¿A cuál otra especie se le habría ocurrido ponerse "rellenos" en el cuerpo o hacer ejercicios o dietas para esculpir el cuerpo? ¿No es esta la forma más evidente del engaño?

Si nunca somos realmente nosotros mismos: ¿por qué nos molesta tanto el engaño? Somos unos actores con toda una gama de máscaras para cada ocasión: no es una casualidad que la palabra persona, que significa máscara, en latín; se emplee para referirse a los seres humanos.

Nos molesta el engaño porque nos gusta vivir engañados. No es que repudiamos el engaño, lo que nos duele es su desaparición: saber que estamos siendo engañados es lo doloroso.  Mientras el engaño funciona estamos felices, porque el engaño nos gusta más que ninguna otra cosa. Nos complace tanto que hasta nos mentimos a nosotros mismos. ¿No nos engañamos acaso contándonos nuestra vida como si fuéramos los protagonistas? ¿No nos engañamos al grado de que nos creemos los centros de nuestra propia vida? ¿No nos damos tanta importancia que hasta vivimos convencidos de que estamos vivos?

Estas últimas preguntas parecen paradojas engañosas. ¿Lo serán? Shakespeare las pensó en La tempestad: "Somos de la misma sustancia de los sueños, y nuestra vida termina en un dormir".

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