De lo que estoy hecho

Son muchas las frases que me han ayudado, dañado, alegrado, amargado, aclarado, oscurecido... 
Hay objetos como el David de Miguel Ángel que se hicieron a fuerza de marrazos; otros, como las playas de arena súper fina, que las formó el mar a base de caricias constantes con sus olas. Entre las personas hay también quienes se hacen a golpes, y los hay, además, que se hacen pero a golpes de ingenio: un caso reciente fue el de Steve Jobs.  Sin embargo, no todos son resultado de los golpes figurados o reales. Yo quiero confesar que, en gran mediada, soy el producto de unas cuantas frases. Soy lo que soy por todo lo que he oído, leído o que me han dicho; pero no todo, solo unas cuantas frases. No sé qué sería de mi vida si esas frases no se hubiesen atravesado en mi camino de manera tan oportuna. Afortunadamente no fueron frases como "pues ya ni modo" o "no importa".

He recibido golpes como los arrecifes que se pulverizaron y también he tenido algunas ocurrencias ingeniosas, pero revisando más minuciosamente mi destino; los golpes han contado poco, lo mismo los dados que los recibidos. Quizá por eso soy, principalmente, un hombre de palabras. Vivo entre palabras y para las palabras. Las palabras son mi elemento favorito, creo que si se usan las palabras correctas para lograr una comunicación profunda se puede ser hasta otra persona distinta a la que solíamos; por las palabras soy, quiero y siento lo que siento.

Y como ocurre siempre,  lo primero es lo que más cala. Está uno tan desarmado en los inicios de cualquier cosa que los impactos suele ser fatídicos. Creo que entre todas las frases que me han llegado ninguna ha tenido después la suficiente fuerza como para troquelar mi vida, esa frase se la debo a Giovanni Papini; viene en su libro Un hombre acabado, yo la leí hace unos años: 

"Sí, fracasé; pero habría que juzgarme por mi propósito: quise ser tu todo y casi lo logro".

Qué ambición más profunda generó en mí, qué deseos más megalómanos, qué metas más inalcanzables, qué incurable insatisfacción me procuró. La mira de mis anhelos apunta tan alto desde entonces que nada de lo que he podido conseguir me ha dejado contento, satisfecho, paralizado.

Pero no todas las frases que me han hecho me han provocado tanto daño. Algunas me han prevenido y ayudado a escapar o, en el menos útil de los casos, a elegir la risa.  Son muchas las frases que me han ayudado, dañado, alegrado, amargado, aclarado, oscurecido... Quisiera, para terminar este recuento de los huesos en los que apoyo este escrito, referirme únicamente a dos: una de Hölderlin: "Quien ha pensado lo más profundo / ama lo mejor vivido". Esta frase enciende poco a poco más lucidez en mí: conforme pasa el tiempo la encuentro más acertada; es una especie de lema cotidiano que me permite no sólo no desperdiciar sino apreciar en su valor pleno lo que llega a mi vida salido de quién sabe dónde; "lo mejor vivido".

Y la otra frase, que es de Quevedo, es más dura, más sabia, más triste: "Vive sólo para ti si pudieres, pues si mueres, sólo para ti mueres".

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