¡No lean nunca más!
Abucheemos las novelas, olvidemos las memorias, vomitemos sobre la ciencia ficción, excomulguemos los poemas y aborrezcamos los ensayos. |
De acuerdo con internet, el 18 de julio de 1925, Hitler publicó Mein Kampf. Ochenta y cinco años después, al recibir el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa pronunció un escandaloso elogio de la lectura. No podemos seguir consintiendo semejantes afrentas a la dignidad humana. Sí, lo afirmo: leer es peor que una falta, es un crimen. Por supuesto sé que mi teoría cuestiona a muchos y amenaza con destronar ídolos, pero estoy dispuesto a correr el riesgo. Ése es el precio de la verdad.
Este combate se inscribe en la línea del enfrentamiento de la razón contra el oscurantismo. Y, aunque no salga indemne de él, al menos habré intentado abrir los ojos al mundo.
Reconozco que existen lecturas útiles, como las recetas médicas, los contratos de adhesión de PROFECO, las instrucciones de algún producto, los estados de las redes sociales o los correos del trabajo. Pero ¡nada más! Abucheemos las novelas, olvidemos las memorias, vomitemos sobre la ciencia ficción, excomulguemos los poemas y aborrezcamos los ensayos. Trabajemos para construir un mundo mejor donde los libros queden reducidos a su única función: rellenar libreros y calzar mesas. Los libros son peligrosos: transforman la mente, vuelven solitarias a las personas y, peor que eso, las vuelven subversivas. Yo mismo quedé gravemente herido hace un tiempo cuando hojeé el Diario de Henry David Thoreau. Para consolarme, regalé esa infame obra a mi peor enemigo. Lo último que supe fue que lo vieron camino al bosque y desde entonces no he vuelto a saber nada de él.
Leer aísla del mundo, como el entrenador que aísla a los futbolistas antes del gran partido. Comparación absurda, porque los futbolistas no leen. En primer lugar, porque para leer hace falta estar solo, rechazar cualquier compañía. Con los amigos se puede ir al cine, a un concierto o a un restaurante. Cuando leemos nos encerramos en una habitación, nos arrellanamos en una butaca, nos hundimos en un sofá o en una cama. Leer requiere que los demás estén ausentes, que el mundo que nos rodea deje de existir para poder adentrarnos en el del autor y devorarlo. Hagamos la prueba: tú mism@, amig@, que estás perdiendo el tiempo con mi lamentable texto ¿no te sientes ajeno a todo lo que te rodea? Los autos que pasan, la gente que está frente a ti, el perro que ladra, los niños que gritan, el zumbido del refrigerador... todo eso ya no existe.
Entonces la cuestión ya no radica en si saber si hace falta o no escribir, dado que de todas formas ya está hecho, sino si debemos leer o no. Yo creo que no, es decir, ¿de qué sirve aprender lo que hay en los libros si ya esta ahí? Al contrario de lo que los profesores de letras intentan hacer creer a los padres de sus desafortunados alumnos, no es leyendo sino negándose a leer como se alcanza una vida profesional plena y llena de liderazgo empresarial ejecutivo.
Una persona inteligente como tú se preguntará porque quiero incitarte a que no leas precisamente con un texto. Pues porque es más noble tratar de combatir el fuego con fuego. Perseo no venció a la Medusa apuñalandola cobardemente por la espalda, sino mostrándole su reflejo. Y en ese combate, sólo uno puede vencer: la lectura o yo. La suerte esta echada.
👏🏻
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