Conquistar mi pensamiento

Embadurnar un lienzo no es pintar, amontonar enunciados no es escribir, y besar a diario no es amar...

Ojalá "pensar" fuese un atributo innato que formara parte de la herencia con la que cualquiera llega al mundo; pero no es así. Pensar es una capacidad que se conquista, que exige de nosotros un total empeño para desarrollarse y, sobre todo, que requiere práctica y el dominio de ciertas habilidades para desenvolverse correctamente.

Siempre me quejo de las personas que ostentan el grado de su imbecilidad. Es decir, sí como seres humanos; podemos pensar ¿porqué no lo hacemos?

No todos piensan, he aquí una afirmación que suena agresiva y ajena a esa actitud inclusiva que tanto gusta en nuestro tiempo, además de que parece dicha desde un montículo de superioridad y que muy pocas veces estaríamos dispuestos a decirla en público, podemos sostenerla sin sentirnos incómodos. Sin embargo, no existe diferencia entre decir no todos piensan y no todos saben pensar, ya que pensar, al igual que pintar, leer, amar o andar en bicicleta, pertenece a ese tipo de acciones que si no se saben no pueden hacerse.

No todos piensan y no todos saben pensar son perfectamente equivalentes; lo mismo ocurre con no todos pintan y no todos saben pintar. "Pensar", cuando no se sabe cómo hacerlo, no es pensar y, de igual manera, "pintar" cuando no se sabe, tampoco es pintar. Embadurnar un lienzo no es pintar, amontonar enunciados no es escribir, y besar a diario no es amar. Lo que los seres humanos tenemos en común no es pensar, sino la posibilidad de conquistar el pensamiento.

Aprender a pensar no depende de la raza, ni del sexo, ni de la situación económica, ni siquiera del nivel de escolaridad (aunque esto último podría facilitarlo). Hay muchas personas que en la escuela han llegado a la cúspide, se han graduado de doctores y han ido más allá, y a quienes les vendría como anillo al dedo la frase irónica: "lo saben todo, pero nada más". Y también hay personas que, sin haber asistido siquiera a la educación primaria, son capaces de deslumbrarnos por su buen juicio y claridad al expresarse.

Pensar, saber pensar, tampoco guardan una relación directa con el éxito; hay sujetos lerdos, auténticos campeones de la imbecilidad que amasan fortunas inconmensurables, que se encuentran hasta la cima en el escalafón del poder o que gozan de enorme popularidad y, sin embargo, nunca han pensado. Esto quiere decir que el éxito no es garantía del pensamiento. Y quien vaya por la vida creyendo lo contrario estará incapacitado para entender el mundo y entenderse a sí mismo.

Para quienes no deseen pensar, sólo existe un camino y un único sentido, que es, por donde va la mayoría. Pensar, en cambio, es descubrir en cada camino una multitud de sentidos y en cada sentido una multitud de caminos. Pero les advierto: pensar no es tranquilizador, provoca dudas, incertidumbre, zozobra y hasta calvicie... sí, calvicie!

Pensar hace que uno mire a los lados y no encuentre fácilmente un compañero; pensar produce una sensación de soledad, pues el que piensa no puede confundirse considerando como compañía la mera presencia de los demás. Pensar aparta de la masa, puesto que nos vuelve individuos, pero tambien los individuos necesitan de otros para sentirse acompañados: no de otros que piensen como uno, sino de otros que también piensen.

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