El universo que también odié

La inteligencia abstracta es la que mejor nos ha permitido descifrar el mundo.
Hay dos asignaturas que me hicieron odiar a lo largo de mi educación básica; la primaria y la secundaria insertaron en mí una repugnancia total hacia la literatura y las matemáticas. Eran tan frías, tan absurdas, tan ajenas que yo, que siempre he sido medio apático, compartía con mis compañeros de clase esa repulsión unánime por las letras y los números escolares. Y, sin embargo, a mí me gustaba leer, leer cómics, cuentos, historias (por supuesto, no los que me imponían los maestros), y también apreciaba las pautas y me encantaba contar: saber el número de automóviles rojos y de automóviles blancos que pasaban, y el número de rayas en el pavimento. Y, sin saberlo, hacía sumas teosóficas (hoy sé que así se llaman) sumando los números de las placas de los autos y hasta descubrí, de niño, que podía librarme de la tabla del 9, pues, como muchos lo habrán notado, tan solo es la sucesión de números del 0 al 9 en el primer dígito y viceversa en el segundo leyendo de izquierda a derecha. Y aún así, en la clase de matemáticas un día me quedé dormido.

Mi gusto por la literatura logré mantenerlo a salvo del infierno de las aulas y, pasado un tiempo, también recuperé mi gusto por los relámpagos que encierra el mundo matemático y, por ello, me preocupa que el sistema educativo separe para siempre a casi todos los alumnos de los dos más ricos y benéficos mundos que existen: las letras y los números.

Hoy quisiera mostrar unos pocos y sencillos ejemplos del maravilloso universo de los números:

Todos hemos oído el nombre de Gauss (Carl Friedrich Gauss), uno de los matemáticos más grandes de la historia, autor de la curva acampanada que lleva su nombre, y que resulta ser el esqueleto al que se ciñe cualquier colección de datos, pues, por ejemplo, la anchura de las narices de una población se distribuye de acuerdo con esa curva: si uno las mide, la mayoría cae en la parte central de la campana y muy pocos en los extremos: en un lado, los de nariz muy muy angosta y, en el otro, los de nariz muy muy ancha. Y así con todas las colecciones que uno mida.

Cuando Gauss tenía escasos 8 años, su profesor puso a todos los niños de la clase a efectuar una tarea tediosa para desafanarse de ellos y descansar un rato; la instrucción consistía en sumar los números del 1 al 100: 1+2+3+4… +99+100. Como podrán imaginarse fácilmente el profesor había calculado al menos una hora de descanso; sin embargo, el niño Gauss al instante levantó la mano para decir que ya tenía la respuesta. El profesor preguntó incrédulo: ¿Cuánto suman? Y el niño Gauss dijo: 5,050. La respuesta era correcta y el profesor sorprendido preguntó: ¿Cómo le hiciste? Muy fácil, respondió Gauss, sumé el primer número con el último: 1+100=101, luego el segundo con el penúltimo: 2+99=101, luego el tercero con el antepenúltimo: 3+98=101, y como en 100 tenemos 50 pares que siempre suman 101, multipliqué 50 X 101 y me dio 5,050. A los 8 años, Gauss había encontrado un atajo para todas las sumas complejas de este tipo, pues si uno quiere saber cuánto suman todos los números del 1 al 1000 puede emplear el mismo procedimiento: 1+1000=1001, 2+999=1001 y como son 500 pares, pues se multiplica 1001 X 500 y da 500,500.

Otro ejemplo (y aquí les ruego que me digan, si lo saben, quién inventó esto, pues por más que he revisado en mi memoria no consigo encontrar la fuente), es aquel que permite convertir las manos en una especie de computadora que les ahorraría a los niños horas de estar aprendiendo las tablas de multiplicar, bastaría con que supieran únicamente las tablas del 1 al 5 para encontrar con los dedos todas las multiplicaciones del 6 al 10.

Lo primero que hace falta es colocar las manos frente a uno con los puños cerrados y considerar que en cada una tengo como base 5. Para señalar el 6, entonces, basta con levantar un dedo, para señalar 7 levantó dos dedos, e igual con la otra mano (en la fotografía que ilustra este texto estoy señalando con una mano 6 y con la otra 7). Los dedos levantados son decenas y se suman; los dedos cerrados son unidades y se multiplican. En la foto tengo en ambas manos 3 dedos levantados y como son decenas, equivalen a 30; de los dedos cerrados tengo 4 en una mano, 3 en la otra; debo multiplicar, entonces, 4 X 3=12. Así, 30 que tenía y 12 suman 42 y efectivamente: 6 X 7=42. Con este procedimiento pueden obtenerse todos los resultados de las tablas de multiplicar del 6 al 10.

Baste este par de ejemplos para ilustrar lo sorprendente que resulta el mundo de los números y el beneficio que para la facultad de abstracción tiene no tanto hacer cuentas, sino pensar con esquemas, encontrar patrones, rutas más cortas para resolver toda clase de problemas. Pues aunque ciertamente existan y sean útiles muchas inteligencias emocionales, la inteligencia abstracta es la que mejor nos ha permitido descifrar el mundo, porque, efectivamente, el mundo es una cifra.

Comentarios

  1. De algún manera cuando era Niño, siempre se me dificultaba recordar cosas:números telefónicos, nombres, poemas, cuando estudiaba para un examen era un desastre. La primera vez que me dieron un reloj, no supe como usarlo pues era de manecillas y me apena a el hecho de que me preguntaran la hora y no saber que decir.
    Después de un tiempo conseguí saberlo usar. Y para mi fue lo mejor cuando era niño.
    Pero poco después cuando obtuve un reloj digital, me encontraba en problemas nuevamente pues marcaba un horario de 12 hrs y otro de 24hrs .Y cuando me preguntaban nuevamente la hora no sabia si decir :" Son las 20 hrs", pues me apena el hecho de pudieran decir que no sabia leer mi reloj.

    Después de un tiempo de estar haciendo un "Juego" con los números, encontré la respuesta.
    Cada que marcará una hora por ejemplo las
    18 hrs, bastaba con restarle dos enteros a la Segunda cifra 8-2=6 y entonces supe que de esta manera me daba la hora en el más usado horario de 12 hrs, y así para el número 13 al 24.
    Cuando supe esto, me emocionaba el hecho de decir la hora a quién me preguntaste.

    Al día de hoy aunque es curioso, no uso reloj,pues el hecho de traer uno, no me tiene tranquilo pues me siento todo el "Tiempo" con una presión.
    Tal vez sea un error mio. No lo se.

    El hecho es que también el tiempo es un cifra.


    Saludos
    A. F.




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